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Field Después de este papanatas, hay otro hombre del sábado, el hombre triste, el hombre que cada vez que lo veo me apena profundamente. Sean cuales fuesen los abusos que sancionaron la opinión del país contra este establecimiento, no podrá negarse nunca que él fue el que dio impulso a la máquina que planteó la conquista y organizó el celo evangélico. Semejantes a los principios del siglo XVII en Guayana, fueron los fines del XVI, en Caracas. Entonces la gente se queda en sus casas, al lado del fuego, y ya cansada de leer Punch, hojea la Biblia. Que Miyán se apareció con una gente a decí que menestaba los corrales de Matanegra, pa meté los toros del barajuste, porque venían a cogelos de nuevo. ¿Y por qué aquella mujer no me desamparaba, siendo una escoria de lupanar, una sombra del bajo placer, una loba ambulante y famélica? Había emergido bostezando para atraparme, una serpiente «guío», corpulenta como una viga, que a mis tiros de revólver se hundió removiendo el pantano y rebasándolo en las orillas. Soy, como verán ustedes, un enemigo declarado e irreconciliable del sábado inglés.

Silla cordial de la puerta de calle, de la vereda; silla de amistad, silla donde se consolida un prestigio de urbanidad ciudadana; silla que se le ofrece al «propietario de al lado»; silla que se ofrece al «joven» que es candidato para ennoviar; silla que la «nena» sonriendo y con modales de dueña de casa ofrece, para demostrar que es muy señorita; silla donde la noche del verano se estanca en una voluptuosa «linuya», en una char¬la agradable, mientras «estrila la d’enfrente» o murmura «la de la esqui¬na». Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no, pero sí lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vi¬da, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo. A la manera de la víbora mapanare, que vuelve los colmillos contra la cola, la llamarada se retorcía sobre sí misma, ahumando la limpidez de la noche, y empezó a disparar bombas en la llanura, camisetas de futbol baratas donde el viento -aliado luciferino- le prestó sus alas a la candela. Y tal aspecto de satisfacción de sí mismo, que daban ganas de matarlo.

Caminaba yo un sábado por una acera en la sombra, por la calle Alsina -la calle más lúgubre de Buenos Aires- cuando por la vereda opuesta, por la vereda del sol, vi a un empleado, de espaldas encorvadas, que caminaba despacio, llevando de la mano una criatura de tres años. ¿Qué sería de aquella cabeza obtusa, centro de la malicia, filtro de la venganza, cubil de la maldad y del odio? Pero ¿qué han hecho, durante los seis días, todos esos gandules que por ahí andan, para descansar el domingo? Y para colmo, los indios guahibos de las costas del Guanapalo, que flechaban reses por centenares, asaltaron la fundación del Hatico, llevándose a las mujeres y matando a los hombres. Al siguiente día partimos antes del amanecer. Es día en que prosperan las reyertas conyugales y en el cual las borracheras son más lúgubres que un «de profundis» en el crepúsculo de un día nublado.

El sábado inglés es un día sin color y sin sabor; un día que «no corta ni pincha» en la rutina de las gentes. Botines que crujían. Lentes con armadura de oro, para los días sábado y domingo. Pero para nosotros el sábado inglés es un regalo modernísimo que no nos convence. Creo que el domingo es aburrido de puro viejo y que el sábado inglés es un día triste, con la tristeza que caracteriza a la raza que le ha puesto su nombre. ¿Será acaso, porque me paso vagabundeando toda la semana, que el sábado y el domingo se me antojan los días más aburridos de la vida? Tata Dios descansó en día domingo, camisetas de futbol 2024 porque estaba cansado de haber hecho esta cosa tan complicada que se llama mundo. Un día de «flaca» era suficiente. El domingo era una institución sin la cual vivía muy cómodamente la humanidad. Lo único que pide es que no lo molesten, y lo único que desea son los cuarenta centavos diarios, veinte para los cigarrillos y otros veinte para tomar el café en el bar donde una orquesta típica le hace soñar horas y horas atornillado a la mesa.