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El Imperio bizantino heredó en buena medida los usos y costumbres romanos, aunque también se recibió, por su posición geográfica, una fuerte influencia de Oriente: a Constantinopla llegaban las sedas y los brocados de Persia, India y China. Se crearon así unos vestidos y túnicas de lujo y gran vistosidad, con intensos coloridos que denotaban la posición social: los colores púrpura, violeta y jacinto estaban reservados para la familia imperial, hecho recogido en el Código de Justiniano.